Del Edén a la “Modernización”: Ecuador en la Encrucijada de la Naturaleza y la Deuda
- Hummingbird
- Jul 31
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Updated: Aug 20

ECHOES OF THE AMAZON PINK DOLPHIN
29/7/2025
“Ningún pueblo puede ser libre mientras su destino sea definido por otros.” — Archie Mafeje
Comentario Editorial

Esta crónica adopta una voz poco convencional: Vida, un colibrí cuya presencia enlaza selva, río y salón de mármol. A través de los ojos de Vida, los hechos — decretos ministeriales, acuerdos con el FMI y nuevas leyes dirigidas contra la sociedad civil — se presencian no solo como política, sino como memoria viva del propio Amazonas.
Al combinar el reportaje con la observación lírica, esta obra busca honrar dos verdades: los hechos medibles de la crisis ambiental y democrática, y las realidades intangibles que sienten quienes habitan la selva. En la Bibliografía
.Amazonia, la vida y la política son inseparables; hablar de una sin la otra es hablar de manera incompleta.
Resumen
Las reformas firmadas por el presidente Daniel Noboa en julio de 2025 fusionan el mandato ambiental de Ecuador bajo sus ministerios extractivos — un giro enmarcado como “modernización” pero que conlleva profundas implicaciones para el Amazonas, las Galápagos y el legado constitucional de la nación. En la misma semana, el gobierno anunció una ley urgente para regular y potencialmente disolver organizaciones de la sociedad civil, vinculándolas — sin presentar pruebas — con la minería ilegal y “actividades subversivas”. A través de los ojos de Vida, el colibrí, esta crónica explora las dimensiones ecológicas, sociales y democráticas: desde una biodiversidad sin igual en la Tierra hasta negociaciones con el FMI que atan el futuro de Ecuador a ciclos familiares de austeridad. Pregunta si una nación tan rica en vida seguirá midiéndose en barriles y toneladas — o si se atreverá a elegir un camino más allá del extractivismo, un futuro enraizado en la vida misma.
Vida, el Colibrí
Vida, el colibrí, no es mayor que un latido en vuelo, sus alas un borrón rápido que zumba en el borde del oído. A la luz del sol sus plumas destellan en esmeralda y violeta; al anochecer se suavizan al color del musgo mojado por la lluvia. Se desliza entre bromelias y salpicaduras de río, flotando en quietud imposible antes de desvanecerse en el dosel. Los presidentes y ministros rara vez lo notan, sin embargo ha sobrevolado cada claro y cada mesa de firma, llevando la memoria entre el Amazonas y las Galápagos, entre el suelo del bosque y los salones de mármol de Quito. Es Vida quien da testimonio de lo que sigue.
Del Edén a la “Modernización
En "El Silencioso Despojo del Edén", Vida advirtió de una ley que desharía los territorios sagrados del Ecuador — una profecía susurrada desde los acantilados de las Galápagos y llevada tierra adentro por los vientos del Pacífico hasta las cabeceras de la cuenca amazónica, que liberan casi una quinta parte del agua dulce del planeta cada día. Muchos lo descartaron como exageración poética; hoy se lee como presentimiento.
El 24 de julio de 2025, el presidente Daniel Noboa firmó decretos que no solo reordenan ministerios o ajustan cuadros burocráticos. Reescriben el pacto de Ecuador con sus bosques, ríos y pueblos — desplazando siglos de tutela hacia los libros contables del mandato extractivo.
Los Decretos Anunciados: El Estado Ecuatoriano Reescrito
La firma se realizó sin ceremonia en los salones apagados del Palacio de Carondelet. Al mediodía, las medidas eran públicas; al anochecer, tenían fuerza de ley. Enmarcadas como parte de un “plan urgente de modernización”, el Decreto Ejecutivo No. 257 y sus órdenes relacionadas marcan la reestructuración más profunda del Estado ecuatoriano desde las reformas constitucionales de 1998:
Ministerios reducidos de veinte a catorce; secretarías de nueve a tres;
El Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica colocado bajo el Ministerio de Energía y Minas — colapsando la tutela de ríos, bosques y políticas climáticas en la misma oficina encargada de autorizar su extracción;
El Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos fusionado con Gobierno; Cultura y Patrimonio absorbidos por Educación — disolviendo la supervisión dedicada a grupos vulnerables y patrimonio cultural
Bajo el Artículo 140 de la Constitución, las reformas eludieron un debate legislativo extendido, dejando a la sociedad civil apenas cinco días laborables para responder.
Eduardo Gudynas llama a tales arreglos un conflicto de mandato — cuando el árbitro también juega el partido. Alberto Acosta advierte que señala un retorno a la lógica colonial: la naturaleza vista no como sujeto de derechos sino como recurso bruto.
Vida, que ha sobrevolado ríos ennegrecidos por el petróleo y bosques silenciosos cortados por motosierras, reconoce el peso de este cambio. Lo que parece ser ordenamiento administrativo oculta una profunda reordenación de prioridades — una en la que los paisajes más sagrados del Ecuador se negocian no en comunidades o bosques, sino en proyecciones de exportación y balances fiscales.
El Espejismo de Costa Rica — y el Camino No Tomado
Defendiendo la fusión de ambiente y energía, Noboa cita al Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) de Costa Rica como precedente. A primera vista, la comparación halaga: Costa Rica, elogiada mundialmente por sus credenciales verdes, efectivamente une estas carteras. Sin embargo, la semejanza es ceremonial más que estructural — plumas tomadas de otra ave.
Las circunstancias de Costa Rica son singulares. No tiene industria petrolera; las rentas mineras aportan prácticamente cero a su PIB. Su matriz energética es 95 por ciento renovable, obtenida de ríos, viento y fuentes geotérmicas. Más de una cuarta parte de su territorio está protegido, y el ecoturismo — sustentado por el cinco por ciento de la biodiversidad global — aporta alrededor del seis por ciento del PIB.
Ecuador, en cambio, alberga el diez por ciento de las especies del planeta en menos del 0,2 por ciento de la superficie terrestre, y sin embargo sigue siendo fiscalmente dependiente del petróleo y cada vez más de la minería. Colocar la protección ambiental bajo Energía y Minas no es emular a Costa Rica sino unir guardián y transgresor en la misma casa, su disputa medida no en flores o ríos sino en barriles y toneladas.
La oportunidad perdida es evidente.
Con mas del doble de biodiversidad de Costa Rica y una geografía más extensa y diversa, los ingresos potenciales del Ecuador por ecoturismo y servicios ecosistémicos podrían ya superar los 4 a 6 mil millones de dólares anuales — superando los ingresos actuales de la minería y preservando su riqueza viva en lugar de extraerla.
Este fue el camino no tomado: una senda hacia la verdadera soberanía ecológica que aún brilla, tenuemente, en el dosel intacto del Yasuní.
Biodiversidad y Potencial No Aprovechado
Vida recuerda deslizarse sobre las lagunas de aguas negras de Cuyabeno al amanecer — la neblina elevándose como aliento del bosque, el rugido gutural de los monos aulladores resonando en el dosel. Un arco rosado irrumpe en la quietud: delfines de río, primos de los niños nacidos en estas riberas. Pocos fuera del Amazonas saben que esta sola reserva alberga 600 especies de aves, 200 de mamíferos y 150 de anfibios.

En el Parque Nacional Yasuní, un botánico una vez lo guió por una sola hectárea de bosque. Hoja por hoja, árbol por árbol, se recitaron nombres hasta que el conteo alcanzó 655 especies de árboles — más que Estados Unidos y Canadá juntos. Bajo ese dosel viven insectos incalculables, quizás 100.000 especies en un solo parche de suelo. Estos bosques almacenan 4,1 mil millones de toneladas de equivalentes de CO₂ y regulan sistemas fluviales — Napo, Pastaza, Aguarico — que sostienen a millones en toda Sudamérica. Sus servicios ecosistémicos se valoran conservadoramente en 4 a 6 mil millones de dólares anuales, superando los ingresos proyectados de concesiones extractivas.
Esta es la herencia no reclamada del Ecuador: una economía basada en la biodiversidad que podría rivalizar con los ingresos extractivos sin erosionar los paisajes de los que depende la supervivencia. El ecoturismo ya aporta aproximadamente el seis por ciento del PIB ecuatoriano; con visión, podría duplicarse o triplicarse en una década. Más importante aún, podría amortiguar al país contra los choques del precio del petróleo y alinear al Ecuador con los flujos de inversión “positivos para la naturaleza” que ahora están remodelando los mercados globales después de la COP15.
Sin embargo, este camino es ignorado. En el discurso de Quito, los barriles y las toneladas superan a los conteos de árboles y avistamientos de aves y delfines. SELVA–Vida Sin Fronteras, que monitorea estos bosques desde 1992, documenta cómo los auges de recursos traen volatilidad e inequidad en lugar de prosperidad duradera. Académicos como Acosta y Gudynas coinciden: extractivismo no es sinónimo de desarrollo. Si el futuro del Ecuador ha de medirse en ríos no envenenados y bosques intactos, debe mirar en otra dirección.
Modernización: ¿Mito o Doctrina?
La palabra modernización flota en los discursos presidenciales y los comunicados del FMI con la facilidad de un estribillo. Para quienes vuelan sobre el bosque, sugiere aeropuertos, balances, la comodidad de certezas importadas. Pero en el suelo del bosque, donde las mujeres waorani aún susurran los nombres de los árboles medicinales y los niños descalzos beben de arroyos donde emergen delfines rosados, la palabra suena distinta — menos como progreso, más como eco.
El economista húngaro Thomas Szentes advirtió en Theories of Development and Underdevelopment (2005):
“El desarrollo no puede reducirse a la imitación de patrones occidentales; hacerlo es perpetuar el subdesarrollo bajo el disfraz de la modernidad.”
Desde África, Archie Mafeje emitió una advertencia paralela:
“La universalización de la experiencia occidental como desarrollo niega la pluralidad de historias y se arroga la autoridad de definir el progreso.” — The Theory and Ethnography of African Social Formations (1991)
Estas críticas convergen en el curso actual del Ecuador. Alguna vez, la nación sorprendió al mundo con una audacia constitucional: el Buen Vivir, los Derechos de la Naturaleza, la plurinacionalidad — conceptos que se atrevieron a imaginar una modernidad distinta. Hoy, estos son desmantelados en nombre de la modernización, reemplazados por lo que Mafeje llamó colonización epistemológica: planos foráneos impuestos sobre paisajes y pueblos cuyas historias siguen otros ritmos.
Los ritmos de La Amazonia son distintos. No se miden por trimestres fiscales ni por desembolsos del FMI, sino por la floración del guayacán, las migraciones de los oropéndolas, la respiración misma del bosque. Subordinar tales ritmos a doctrinas ajenas no es modernización; es amnesia disfrazada de reforma.
Consecuencias Internas: El Peso de la Subordinación
Las consecuencias internas de este giro se extienden mucho más allá de los cuadros administrativos. Al colocar la supervisión ambiental bajo el mandato extractivo, Ecuador corre el riesgo de deshacer décadas de lento progreso en la protección de sus ecosistemas más frágiles y comunidades marginadas. Las nacionalides indígenas — guardianes de las cabeceras y los bosques — están a punto de perder al último aliado institucional que reconocía su papel ancestral en el cuidado del territorio.
Los sistemas de agua, ya tensionados por la actividad hidrocarburífera y minera, enfrentan una vulnerabilidad renovada: los episodios de contaminación en el Napo y el Pastaza han seguido históricamente a períodos precisamente de esta desregulación. Las Galápagos, también, se ven amenazadas por reasignaciones presupuestarias; fondos antes destinados a la conservación de las islas se redirigen al servicio de la deuda y a la infraestructura energética.
En esta reconfiguración, las protecciones de derechos humanos corren el riesgo de erosión silenciosa. La fusión del Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos con Gobierno diluye la rendición de cuentas, dejando a mujeres, niños y defensores indígenas con menos recursos en un momento en que las fronteras extractivas se expanden hacia territorios en disputa.
Ortodoxia Revisitada: La Mano Silenciosa del FMI
Invisible, Vida se posa en un alféizar en Washington, donde los salones con aire acondicionado zumban con una quietud inevitable. En estas salas, Ecuador es menos bosque y río que línea contable: una nación deudora negociando su supervivencia a cambio de cumplimiento. Tres días después de los decretos de Noboa, el Fondo Monetario Internacional aprobó una expansión crediticia de mil millones de dólares, elevando la deuda externa del Ecuador cerca de cinco mil millones y atando su futuro económico a la coreografía familiar del ajuste estructural.
Esta coreografía no es nueva. Resuena con el Consenso de Washington de las décadas de 1980 y 1990 — austeridad, privatización, desregulación — probado en los suelos de Chile, Argentina y Bolivia. Ahora Ecuador se suma a esa genealogía: subsidios a combustibles y transporte recortados, el impuesto al valor agregado elevado a niveles récord (15 por ciento), activos estatales preparados para la venta y nuevas concesiones mineras y petroleras abiertas como garantía de pago.
Los programas sociales se adelgazan; las salvaguardas ambientales se suavizan; ríos y bosques se reingresan en los balances fiscales como garantías de solvencia. Simultáneamente, se anuncia un presupuesto de seguridad de 3.520 millones de dólares — superando con creces las asignaciones para conservación y protección social.
La historia muestra que tales medidas rara vez permanecen confinadas a las hojas de balance. Los paquetes de austeridad del pasado latinoamericano no fueron solo experimentos económicos sino apuestas políticas: prometieron estabilidad y en cambio encendieron oleadas de protesta, derribaron gobiernos y dejaron cicatrices duraderas en la confianza social. Cuando las reformas estructurales coinciden con democracias frágiles y desigualdades crecientes, el riesgo no es solo el fracaso económico sino la ruptura cívica — un patrón tan visible en las calles como en los libros contables.
Noboa ahora camina por ese mismo puente angosto. Al atar el futuro del Ecuador a metas fiscales urgentes y promesas extractivas, mientras simultáneamente restringe el espacio cívico, su gobierno corre el riesgo de enfrentar el mismo descontento que busca contener.
En el corazón de este enfoque yace una genealogía intelectual. Milton Friedman, premio Nobel y figura destacada de la Escuela de Chicago, moldeó las doctrinas monetaristas que más tarde guiarían a las instituciones financieras internacionales. Sus teorías — que privilegian la estabilidad de precios, la disciplina fiscal y la liberalización del mercado — se convirtieron en el plano de las políticas de ajuste estructural en todo el mundo, desde las “terapias de choque” latinoamericanas de la década de 1980 hasta los marcos de préstamos condicionados del FMI hoy.
La propia advertencia de Friedman es reveladora: “Solo una crisis, real o percibida, produce un cambio real.” Naomi Klein, en La Doctrina del Shock, argumentó que esta observación evolucionó hacia estrategia: las crisis se convirtieron en el crisol mediante el cual se podían promulgar reformas impopulares de manera rápida, eludiendo la deliberación democrática. Mark Blyth traza la misma trayectoria, señalando que la historia de la austeridad muestra que se impone más fácilmente donde la autoridad se centraliza y la oposición pública se silencia. El premio Nobel Joseph Stiglitz, escribiendo desde su experiencia en el Banco Mundial, advierte que cuando tales condicionalidades — recortes de subsidios, privatización, extracción acelerada — se aplican sin salvaguardas sociales, el resultado no es estabilidad sino una desigualdad más profunda y erosión democrática.
Estas advertencias convergen inquietantemente con la hora presente del Ecuador. El 28 de julio de 2025, y encabezando hoy todos los periódicos importantes, el gobierno anunció un proyecto de ley “urgente” para regular y potencialmente disolver organizaciones de la sociedad civil. Su propósito declarado es combatir la minería ilegal y garantizar la transparencia financiera. La retórica del gobierno va más allá, equiparando ciertas ONG con “actividades subversivas” supuestamente vinculadas a la minería ilegal — sin que se haya presentado ninguna prueba legal o sustantiva para respaldar tales afirmaciones. Esta ausencia de evidencia es llamativa: corre el riesgo de criminalizar a las organizaciones de vigilancia precisamente porque monitorean proyectos extractivos y desafían las narrativas estatales, creando un efecto paralizante sobre las voces más esenciales para la defensa ambiental e indígena.
Esta crítica no implica nostalgia por administraciones anteriores; gobiernos en el pasado también fomentaron agendas extractivistas y enfrentaron sus propios conflictos con la sociedad civil. La preocupación actual radica en la aceleración y consolidación de tales medidas bajo las reformas presentes.
Teóricos políticos desde Alexis de Tocqueville hasta Robert Dahl y Amartya Sen recuerdan que la democracia liberal se asienta sobre principios mínimos pero inviolables: la libertad de asociación, la supervisión plural del poder y el derecho de los ciudadanos a impugnar decisiones que dan forma a sus vidas.
Debilitar estas salvaguardias — ya sea en nombre de la modernización, la seguridad o la estabilidad fiscal — es vaciar de contenido a la propia democracia, dejando la rendición de cuentas disminuida y la disidencia en situación precaria.
Archie Mafeje advirtió que cuando los marcos externos reclaman autoridad exclusiva para definir el progreso, inevitablemente deslegitiman y suprimen voces alternativas — una dinámica tan evidente en la represión de la sociedad civil como en la lógica homogeneizadora de la modernización extractivista.
Esto no es solo una cuestión de arquitectura legal, sino de riesgo político. Al jugar esta carta — persiguiendo austeridad urgente mientras restringe el espacio cívico — el presidente Noboa corre el riesgo de encender el mismo descontento que sus reformas pretenden sofocar. Los ecos de crisis pasadas en toda América Latina sirven como advertencias silenciosas: cuando se silencian las voces, la presión se acumula en otro lugar, de maneras que ningún balance puede prever.
Vida, flotando inadvertido entre las asambleas del bosque y los salones de mármol del poder, percibe el patrón que se despliega: deuda empeñada en capitales distantes, fronteras extractivas reabiertas, y ahora el estrechamiento de los mismos espacios donde los guardianes aún podrían hablar. Lo que comienza como una reforma administrativa corre el riesgo de terminar como silencio — no solo de las ONG, sino de la promesa democrática inscrita en la propia Constitución del Ecuador.
Alternativas Silenciadas
Ecuador fue alguna vez celebrado por sus innovaciones constitucionales. La Constitución de 2008 consagró el Buen Vivir — vivir bien — y, en un hecho inédito a nivel mundial, reconoció a la Naturaleza como sujeto de derechos. Estos principios desafiaron la ortodoxia extractiva y ofrecieron un plano de desarrollo arraigado en la reciprocidad en lugar de la explotación.
Hoy, sin embargo, estos marcos se dejan de lado en silencio. Las referencias al Buen Vivir desaparecen del discurso político; los Derechos de la Naturaleza se honran más en la retórica que en su aplicación. Los tribunales que alguna vez atendieron demandas en nombre de ríos y bosques ahora están ocupados equilibrando medidas de emergencia fiscal frente a reclamaciones de inversionistas.
Este silenciamiento no es meramente simbólico. Al relegar estas ideas a la historia, el gobierno señala un retroceso de la visión pluriversal que alguna vez distinguió al Ecuador en el escenario mundial — una visión en la que las epistemologías indígenas y la integridad ecológica se erigían como fundamentos co‑iguales de la vida nacional.
Eco del Bosque
Vida, no mayor que un latido en vuelo, flota en el umbral de esta decisión. Sus alas laten más rápido que el pensamiento; su memoria es más antigua que la propia República. Desde arriba, contempla dos caminos que se despliegan: uno donde los bosques se miden en barriles y toneladas, y otro donde la vida se valora por sí misma — ríos sin veneno, voces sin grilletes, horizontes abiertos para quienes aún están por venir. Silencioso, persistente, imperturbable, da otra vuelta sobre las lagunas de aguas negras y los salones de mármol por igual, testificando mientras la profecía del Edén se acerca a su desenlace.
Bibliografía
Acosta, Alberto. La maldición de la abundancia. Abya-Yala, Quito, 2009. Blyth, Mark. Austerity: The History of a Dangerous Idea. Oxford University Press, Oxford, 2013.\
Dahl, Robert. Polyarchy: Participation and Opposition. Yale University Press, New Haven, 1971
Friedman, Milton. Capitalism and Freedom. University of Chicago Press, Chicago, 1962.
Gudynas, Eduardo. Extractivismos: Ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la Naturaleza. CLAES, Montevideo, 2015.
Klein, Naomi. The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism. Knopf, Nueva York, 2007.
Mafeje, Archie. The Theory and Ethnography of African Social Formations. CODESRIA, Dakar, 1991.
Sen, Amartya. Development as Freedom. Oxford University Press, Oxford, 1999.
Stiglitz, Joseph. Globalization and Its Discontents. W.W. Norton & Company, Nueva York, 2002.
Szentes, Thomas. Theories of Development and Underdevelopment. Akadémiai Kiadó, Budapest, 2005.
UNESCO World Heritage Centre. Galápagos Islands. UNESCO, recuperado 2024.
Global Biodiversity Information Facility (GBIF). Conjuntos de datos sobre biodiversidad amazónica, consultado 2024.
Selva – Vida Sin Fronteras. Informes internos (1992–2025) sobre servicios ecosistémicos del Amazonas y monitoreo de actividades extractivas ilegales.


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