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El Espejismo del Oro y la Memoria del Agua

  • Writer: Hummingbird
    Hummingbird
  • Aug 22
  • 10 min read


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ECHOES OF THE AMAZON PINK DOLPHIN

21/8/2025


La Riqueza de la Naturaleza contra la Ilusión de la Explotación


por:


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Este artículo continúa una conversación ya iniciada en escritos anteriores. En Ecos de Edén, el bosque aparecía como un jardín viviente, llevando hasta el presente la fragancia de los orígenes. Más tarde, desde las altas cumbres de los Andes, el agua se reveló como guardiana de la memoria, fluyendo entre musgos y piedras. Aquellas reflexiones se profundizaron en Cuenca, donde el destello de la prometida riqueza mineral fue sopesado frente al más oscuro equilibrio del riesgo. Lo que sigue no es una interrupción de esa corriente, sino otro pasaje a lo largo del mismo río: una corriente que debe fluir hacia adelante, como el agua misma, mucho más allá del ruido de la política.



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En el páramo de Quimsacocha, la ciencia habla con una voz que no puede ser silenciada. Estos frágiles páramos son reservorios vivientes, que almacenan y liberan el agua que sustenta a cientos de miles de personas aguas abajo — agricultores de Cuenca, comunidades indígenas de la Amazonía, familias de la costa. Abrir túneles en ellos, dinamitar rocas y drenar acuíferos, es herir un órgano que carece de capacidad de reparación dentro del tiempo humano. Por un siglo de oro, se arriesga perder agua durante milenios. Como ha dicho Patricia Gualinga: “El agua no es solo un recurso, es la sangre de la Tierra; sin ella, dejamos de existir” (Gualinga, 2018).


Los gobiernos defienden la extracción con promesas de ingresos, pero la aritmética es clara cuando se coloca lado a lado. La minería en esta región podría generar varios cientos de millones de dólares a lo largo de su corta vida. En cambio, los servicios ambientales de los ecosistemas intactos — regulación hídrica, almacenamiento de carbono, producción de oxígeno, fertilidad de los suelos, polinización — pueden calcularse en términos monetarios que superan la extracción varias veces. Estos servicios pueden sobrepasar los mil millones de dólares proyectados en el mismo horizonte.


Y a diferencia de la mina, su valor no expira: se regeneran, se multiplican, perduran. A ello se suma el costo evitado — los miles de millones que de otro modo habría que gastar en reparar ríos envenenados, replantar bosques o reubicar comunidades. En esa cuenta, la minería no resiste la menor comparación (Costanza et al., 1997).


Esta es la alternativa de SELVA al extractivismo: un marco construido a partir de décadas de trabajo de campo, mucho antes de que la expresión “crédito de carbono” entrara en el lenguaje oficial. Afirmamos que la naturaleza misma provee servicios mensurables de valor planetario. Contabilizarlos plenamente — agua, carbono, oxígeno, biodiversidad — es descubrir que la Amazonía, los Andes, las Galápagos, las reservas marinas y el gran Océano Pacífico son ya el mayor activo económico que posee el Ecuador. No son obstáculos al desarrollo; son su fundamento.


La valoración de los servicios ambientales de los ecosistemas intactos ha sido trazada por la ciencia durante casi tres décadas, iniciada con el trabajo pionero de Costanza et al. (1997, Nature) y luego refinada en múltiples estudios interdisciplinarios. Regulación del agua, captura de carbono, biodiversidad, polinización, suelos: todos han sido medidos y traducidos en cifras que hablan el lenguaje de la economía. La ciencia, entonces, no está en duda: es sólida, reconocida y perdurable.


Donde SELVA da un paso adelante es en transformar esta aritmética en un marco viviente. No se trata de una abstracción de laboratorio, sino de una construcción nacida de ríos y bosques, de décadas de investigación en tierras amazónicas y andinas y en el Archipiélago de Galápagos, de un saber indígena encarnado en práctica y presencia. A diferencia de mecanismos globales como REDD+ o los créditos de carbono, que fragmentan la naturaleza en unidades negociables, SELVA ha insistido en valorar los ecosistemas en su totalidad: el pulso indivisible del agua, el oxígeno, los suelos, la biodiversidad y la renovación.


Esta es nuestra creación y nuestra contribución al campo: lo que nombramos la Economía de los Ecosistemas Intactos — la economía de la permanencia de SELVA — que declara que el ecosistema intacto mismo es la verdadera economía, y que su valoración no solo es teóricamente sólida, sino la columna vertebral de una alternativa viable a la economía extractiva.


Existen quienes buscan silenciar esta visión. The New York Times (2025) recordó al mundo las presiones que se acumulan en el Ecuador: ONGs hostigadas, líderes indígenas amenazados, disidencia equiparada con traición. No son heridas nuevas; se remontan a décadas de persecución.


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La defensa de ríos y bosques tiene muchas voces. Entre ellas están los fallecidos Aurelio de los Cofán, Cesario de los Secoya y Delio de los Siona — los tres shamánes y gobernadores, defensores de la Amazonía y de la naturaleza, portadores de un conocimiento incomparable arraigado en siglos de memoria forestal. Dos de ellos vivieron más de cien años, llevando en su aliento el tiempo ancestral, mientras Delio, a sus setenta y cuatro, aún porta cantos y visiones inseparables de los ríos que defiende. Sus caminos, ligados desde 1980 a Mariana Almeida — fundadora y Presidenta Ejecutiva de SELVA — dieron forma a un movimiento que brotó del propio bosque.


Ese movimiento especial, llevado adelante por más de tres décadas, nunca fue apéndice de un partido ni eco de una ideología. Surgió de la soberanía misma de la naturaleza, de la larga paciencia de quienes se plantaron en la primera línea — enfrentando la minería ilegal en los ríos, la contaminación petrolera en el bosque, las piscinas tóxicas abandonadas como heridas abiertas, y las flotas que saquearon Galápagos como si el mar fuera infinito. De esas luchas nacieron no solo actos de defensa, sino también una escuela de pensamiento — más tarde llamada la Economía de los Ecosistemas Intactos — creación propia de SELVA, nacida de la visión ancestral y la claridad científica, que coloca la permanencia por encima de la extracción y declara al bosque y al mar intactos como el verdadero tesoro de las naciones.


En su corazón ha estado Mariana Almeida, quien ha entregado su vida a esta causa, uniendo Andes, Amazonía y Galápagos, pensamiento y acción, en un solo horizonte de defensa y renovación — una visión verdaderamente bioceánica.


Y sin embargo, esta corriente nunca permaneció solo en palabras: echó raíces en la reforestación de tierras degradadas, en la defensa de ríos y santuarios marinos, en la restauración de suelos y en la creación de programas sostenibles en ecosistemas de significación universal. Pocas organizaciones pueden reclamar tal continuidad de presencia, donde el pensamiento y la acción se encuentran al filo del peligro, dejando huellas no escritas solo en papel, sino inscritas en la propia tierra — bosques renovados, aguas resguardadas, comunidades sostenidas y una economía de permanencia que se alza como visión y como prueba.


Shamán Cofán Aurelio Quenamá y su hija María
Shamán Cofán Aurelio Quenamá y su hija María
Shamán Siona Delio Payaguaje & Mariana Almeida de SELVA-Vida Sin Fronteras
Shamán Siona Delio Payaguaje & Mariana Almeida de SELVA-Vida Sin Fronteras

Shamán Siekopai / Secoya Cesáreo Piaguaje
Shamán Siekopai / Secoya Cesáreo Piaguaje

De este linaje comienza una corriente más amplia de resistencia. Patricia Gualinga, hija de Sarayaku, ha llevado la dignidad de su pueblo mucho más allá del Ecuador, recordando al mundo que la vida misma es inseparable del agua, del bosque y del derecho a vivir de otra manera. Su voz, unida a la de aquellos ancianos shamánes, afirma que defender el agua es defender la vida misma, y que ninguna sociedad puede perdurar cuando sus manantiales son destruidos.


A su lado estuvieron otros con el mismo coraje: Fernando Villavicencio, protegido cuando la persecución buscó apagar su voz, y quien, tras su asesinato, permanece entre quienes defendieron la verdad al costo de su vida. Recordarlos es afirmar que la defensa de bosques y aguas es inseparable de la defensa de la dignidad y de la verdad.



Fernando Villavicencio y su candidata a la vicepresidencia Andrea González
Fernando Villavicencio y su candidata a la vicepresidencia Andrea González

Ese mismo espíritu ha viajado más allá de las fronteras ecuatorianas. En Costa Rica, nación que construyó su prestigio internacional eligiendo bosques sobre minas, agua sobre ilusión, permanencia sobre prisa, la lección es clara. Al prohibir la minería a cielo abierto, gravar el carbono e invertir en sus bosques como capital viviente (Evans, 1999), Costa Rica probó que la verdadera prosperidad fluye de la protección y no del saqueo.


Sin embargo, es precisamente este ejemplo el que el presidente Noboa invoca ahora, perversamente, para justificar la subordinación del Ministerio de Ambiente al de Energía y Minas. Citar a Costa Rica mientras se desmantelan las propias protecciones de Ecuador no es estadismo sino su parodia: una visión de coraje reducida a conveniencia, una mediocridad vestida de política y un peligro disfrazado de progreso.


El Ecuador, también, ha dado voz desde hace tiempo a alternativas. Eduardo Gudynas habló de post-extractivismo (Gudynas, 2011), Alberto Acosta de Buen Vivir (Acosta, 2010), Maristella Svampa de los comunes (Svampa, 2019). Distintos nombres para una misma verdad: que la continuidad de la vida es la única riqueza verdadera, y que ignorarla es invitar a la ruina, mientras atenderla es abrir caminos aún no vistos.


Y si la memoria no bastara, las cicatrices de otros países y continentes hablan como testigos. En Tsumeb, Namibia, la fundición operada por Dundee Precious Metals dejó un legado de veneno. La exposición crónica a arsénico y dióxido de azufre persistió entre los residentes, con estudios independientes que hallaron contaminación hasta veinte veces por encima de los límites seguros en suelos y aguas subterráneas (Bankwatch, 2010). Los niños bebían de aguas bajo advertencias permanentes de ebullición; las cosechas fracasaban, los pulmones se debilitaban y el aire mismo se volvía un lento veneno. The Namibian (2012) reportó llamados urgentes a exámenes médicos, mientras Bankwatch (2010) documentó vertederos de desechos cargados de arsénico y penachos aéreos asentándose en los campos. Pero nunca llegaron auditorías de salud completas. Lo que quedó en su lugar fue el silencio — un silencio pesado de oro, óxido de diamantes y memoria.


El legado de Dundee Precious Metals en Tsumeb, Namibia. ¿Así es como los ecuatorianos quieren transformar su páramo andino?
El legado de Dundee Precious Metals en Tsumeb, Namibia. ¿Así es como los ecuatorianos quieren transformar su páramo andino?

Que un gobierno confíe ahora los más vitales reservorios de agua del Ecuador a una empresa semejante no solo es miope: roza lo absurdo, una apuesta que cambia fuentes vivas de agua por el mismo polvo envenenado que una vez cubrió Namibia, una tragedia que ahora amenaza con regresar en la neblina de los Andes.



El presidente Noboa e Inés Manzano, ministra de Energía y Minas, sonríen ampliamente al adjudicar la destrucción del páramo andino a la minera canadiense Dundee Precious Metals.
El presidente Noboa e Inés Manzano, ministra de Energía y Minas, sonríen ampliamente al adjudicar la destrucción del páramo andino a la minera canadiense Dundee Precious Metals.

Y así volvemos al bosque, donde aún se elevan voces con claridad.



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En la región de Cuyabeno, el shamán Delio nos recuerda que cada canto de sanación está ligado al fluir de las aguas no contaminadas (Delio, 2022). Los jaguares se mueven entre las sombras del bosque, dependientes de esos ríos. Las aves llevan semillas desde los altos páramos hasta el dosel de la llanura. Los peces migran corriente abajo, uniendo montañas y mar. Desde los cóndores sobre los Andes hasta los delfines en los afluentes amazónicos, desde los manglares hasta las Galápagos, la vida está entrelazada por el mismo pulso de agua limpia que comienza en musgos y piedra.


Defenderla no es caridad; es economía sobria, evidencia científica y claridad moral entrelazadas. Y fue precisamente esta unidad de visión la que percibió Alexander von Humboldt cuando cruzó los Andes ecuatorianos en 1802, avanzando de Quito a Chimborazo y hacia el sur, por las cumbres de Azuay. En esas austeras crestas respiró lo que llamó “el aire fresco y fluyente” de las montañas (Vistas de la Naturaleza, 1850, p. 46), una libertad que la locura humana nunca podría corromper.


Y allí, al beber de las cristalinas vertientes de Quimsacocha, entendió el páramo como algo más que paisaje: un reservorio viviente, soberano y universal, donde “todo actúa sobre todo” (Ensayo sobre la Geografía de las Plantas, 1807, p. 55). El páramo recoge niebla, lluvia e incluso el aliento frío de los glaciares, almacenándolos en sus suelos esponjosos antes de liberarlos gota a gota para alimentar los ríos de abajo — una república hidrológica cuya silenciosa constitución sostiene valles, costas y bosques mucho más allá de lo que el ojo humano puede ver.


Sin embargo, lo que Humboldt vislumbró como eterno, los humanos amenazan ahora con apostar por un momento tan fugaz como una estrella fugaz — el espejismo del oro, que se disuelve apenas se toca, pero deja atrás un vacío que perdura por siglos. La ilusión pasa; la herida queda.


Alexander von Humboldt
Alexander von Humboldt

Naturgemälde de Humboldt del Chimborazo — una visión de la Tierra como un todo viviente, donde plantas, climas y altitudes forman un único sistema respirante.
Naturgemälde de Humboldt del Chimborazo — una visión de la Tierra como un todo viviente, donde plantas, climas y altitudes forman un único sistema respirante.

Si Alexander von Humboldt se alzara nuevamente desde aquellas cumbres andinas, su brillante mente seguramente se tornaría severa hacia el presidente Noboa. Porque son hombres como Noboa quienes, como advirtió Gabriel García Márquez, parecen “demasiado jóvenes y demasiado ingenuos para conocer los peligros de tales ilusiones” — ilusiones de progreso medido en oro, de riqueza invocada desde heridas, de poder asegurado a costa de la desaparición de ríos y del genocidio de comunidades indígenas.


Son las mismas ilusiones que una vez empujaron a Pizarro, Benalcázar y otros conquistadores en su desesperada búsqueda de El Dorado, dejando solo sangre y destrucción a su paso, y que ahora arrastran a Noboa hacia adelante, deslumbrado por el brillo de un espejismo que promete riquezas donde solo deberían reinar silencio y agua, mientras cierra sus oídos a las voces antiguas de la ciencia y la memoria.


Con la misma claridad con la que inscribió en su gran Naturgemälde del Chimborazo — una visión de la Tierra como un todo viviente, donde plantas, climas y altitudes forman un único sistema respirante — Humboldt recordaría a Noboa que sacrificar los páramos ecuatorianos por un fugaz instante de extracción, un parpadeo en la historia, es poner en peligro la economía viviente de la nación. Es herir una memoria más antigua que la propia República, profanar el legado de Humboldt y mutilar un capítulo de la historia que una vez situó a estas montañas en las mismas fronteras del conocimiento y de la imaginación.


Y la voz de Humboldt, como el viento que cruza Quimsacocha, repetiría una verdad perdurable: que un país que hiere sus fuentes de agua se hiere a sí mismo — y que ninguna prosperidad enraizada en la extinción puede perdurar.


Al final, ningún imperio de oro sobrevive al canto del agua. Ninguna ilusión perdura, pero el agua canta para siempre — a menos que silenciemos ese canto destruyendo su origen.



Bibliografía


  • Almeida, M. (2024). El espejismo del oro y la memoria del agua. Selva Vida Sin Fronteras.

  • Carson, R. (1962). Primavera silenciosa. Boston: Houghton Mifflin.

  • Emerson, R. W. (1849). Naturaleza. Boston: James Munroe.

  • Evans, S. (1999). La república verde: Historia de la conservación en Costa Rica. Austin: University of Texas Press.

  • Gudynas, E. (2009). “Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual”. Extractivismo, política y sociedad. CLAES.

  • Harvey, D. (2005). Breve historia del neoliberalismo. Oxford: Oxford University Press.

  • Humboldt, A. von (1807). Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. París.

  • Humboldt, A. von (1845). Kosmos: Ensayo de una descripción física del mundo. Stuttgart: Cotta.

  • Linneo, C. (1735). Systema Naturae per regna tria naturae. Leiden.

  • Marsh, G. P. (1864). El hombre y la naturaleza: Geografía física tal como es modificada por la acción humana. Nueva York: Charles Scribner.

  • Wahlenberg, G. (1813). Flora Lapponica. Uppsala.

  • Naess, A. (1973). “The shallow and the deep, long‐range ecology movement: A summary”. Inquiry, 16(1–4), 95–100.

  • Manzano, A. (2025). Declaraciones oficiales sobre la minería en Quimsacocha. Ministerio de Energía y Minas, Ecuador.

  • New York Times (2025). “Ecuador’s Environmental Crossroads.” Nueva York.

  • Thoreau, H. D. (1854). Walden, o la vida en los bosques. Boston: Ticknor and Fields.

  • Villavicencio, F. (2021). El festín del oro. Quito: Editorial Planeta.

 



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Todas las fotografías de portada de SELVA de delfines rosados ​​del Amazonas son obra y propiedad intelectual de Kevin Schafer.
Todas las fotografías de portada de SELVA de delfines rosados ​​del Amazonas son obra y propiedad intelectual de Kevin Schafer.

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